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PETER SLOTERDIJK: EXPERIMENTOS CON UNO MISMO, ENSAYOS DE INTOXICACIÓN VOLUNTARIA Y CONSTITUCIÓN PSICO-INMUNITARIA DE LA NATURALEZA HUMANA.

de Dr. Adolfo Vásquez Rocca, Universidad Complutense de Madrid.

Introducción

Se indaga en torno a la intoxicación voluntaria, dentro de un programa general encaminado a la experimentación con el propio cuerpo, método que encuentra sus fundamentos en la idea de la medicina romántica donde, según Sloterdijk, los efectos de las dosis en el hombre sano y el enfermo se reflejaban de manera especular. Es aquí donde se origina una ambiciosa semiótica de la medicación farmacológica, no sólo del endomorfinismo de la especulación, sino también de mecanismos endocrinos o quimioéticos.

Sloterdijk se refiere a un proceso de intoxicación voluntaria en referencia al creador de la homeopatía, Samuel Hahnemann, como inventor de una micropolítica de la subjetividad. De la misma manera que el homeópata, según Hahnemann, debe intoxicarse a sí mismo antes de poder dar consejo alguno, el teórico político debe estar dispuesto a arriesgar su identidad en la práctica.

Sloterdijk al referirse a este tipo de “experimentos con uno mismo”, no piensa en un experimento de vivisección en las propias carnes, ni tampoco en la psicosis romántica del psicoanálisis, sino que más bien  hace referencia, a un fenómeno perteneciente a la historia de la medicina moderna, el movimiento homeopático, que se remonta a hace más de doscientos años y cuya eficacia se verifica en tratamientos terapéuticos  -con propuestas médicas adecuadas- capaces de tratar la neurosis moderna. Se examina y discute la convicción heterodoxa de que el médico estaría obligado a intoxicarse a sí mismo con todo lo que él más tarde iba a prescribir a los enfermos. De esta reflexión procede el concepto de experimento con uno mismo: quien quiera ser médico necesita previamente ser cobaya, esto es ser su propio conejillos de Indias.

A los pocos que aún rondan los archivos se les impone la idea de que nuestra vida es la confusa respuesta a  preguntas que hemos olvidado donde fueron planteadas.”
Sloterdijk, 1999:46

1.- Constitución inmunitaria de la naturaleza humana; antropotecnias y presagios sobre los últimos hombres.

En su más reciente libro, Has de cambiar tu vida (2012)[1], Sloterdijk aborda la historia de los procesos inmunológicos espirituales desde las antiguas tradiciones filosóficas de oriente y occidente hasta internarse en las modernas tecnologías génicas[2]. Sloterdijk en la primera parte de la obra nos pone de frente ante las tradiciones ascéticas de oriente y occidente: ¿pueden haber respuestas a la actual crisis global desde esos ejercicios ascéticos?

¿Desde qué luz mirar nuestras decisiones espirituales como seres humanos que cruzamos calles, escampamos de la lluvia o nos refugiamos en nuestras casas? ¿Hacia dónde nos refugiamos? ¿De quién o de qué? ¿Cómo enfrentamos los miedos? Nuestros acercamientos al arte, a la educación, al deporte, a las religiones, ¿qué pueden significar? Ya sea el arte, la religión o los deportes requieren de nosotros un comportamiento ascético, una disciplina, un refrenamiento de las pasiones (CASADIEGO, 2012).

El movimiento que aquí se dice que se despliega lo califica Würtz, consecuentemente, no como una mera compensación, sino como una supercompensación: en él, la reacción iría más allá del impulso inicial (SLOTERDIJK, 2012).

Allí donde aparezca el ser humano, le antecede su estatus de impedido: ése era el estribillo de los discursos filosóficos sobre el hombre en el siglo pasado, independientemente de que se hable, como lo hace el psicoanálisis, del ser humano como de un mutilado falto de ayuda, que sólo puede llegar a sus metas renqueando (SCHENEIDER, 2001), o de que se le considere, como hacen Bolk y Gehlen, un lisiado neoténico– cuya inmadurez crónica sólo es compensable mediante rígidas envolturas culturales- , o como hace Plessner, un discapacitado excéntrico, que está al margen de si mismo y se ve a sí mismo viviendo, o bien, como hacen Sartre y Blumenberg, un discapacitado de la visibilidad, condenado de por vida a entender la desventaja de ser visto por otros (SLOTERDIJK, 2012:83).

Aquí nuevamente encontramos a Sloterdijk en medio de una polémica o cuestionamiento filosófico de largo alcance. He aquí la nueva polémica: entre las mayores influencias que recibe Sloterdijk para resolver las cuestiones recién planteadas se encuentra la del sociólogo y filósofo Arnold Gehlen,[3] figura non sancta en Alemania por haber sido miembro del Partido Nacionalsocialista y luego un crítico acervo del movimiento estudiantil del 68. En escritos tales como El hombre: su naturaleza y su lugar en el mundo[4], de 1940, y El hombre en la era de la tecnología, de 1957[5], Gehlen desarrolla la célebre tesis del hombre como Mängelwesen, como “ser deficitario”. Parte del supuesto de que el hombre es un ser orgánicamente “desvalido”, es decir que no está dotado por la naturaleza con órganos especializados capaces de adaptarse al medio ambiente. No tiene, como otros animales, órganos de ataque, de defensa o de huida. No está revestido de pelaje ni preparado para la intemperie, carece de alas para volar, etc. Frente a esta “falta de especialización” orgánica, el animal hombre se ve obligado, para sobrevivir, a devenir un “ser cultural”. Lo cual significa que ante la imposibilidad orgánica de adaptarse al medio ambiente, debe crear un medio ambiente artificial que le permite producirse a sí mismo con relativa independencia del mundo orgánico. Así, pues, siendo el hombre un ser carencial por naturaleza, incapaz de adaptarse a ningún ambiente natural, debe fabricarse una “segunda  naturaleza”, un mundo artificial sustitutivo que compense su deficiente equipamiento orgánico (GEHLEN, 1993).

Es en este punto donde la técnica cumple un papel fundamental. En vista de su constitución biológica, el hombre no podría conservarse dentro de la naturaleza tal como ésta es, de primera mano, sino que se ve abocado a emprender una modificación práctica de cualquier realidad natural con la que se encuentra. El concepto Techné es utilizado por Gehlen para indicar la destreza, la competencia, el entrenamiento y la habilidad alcanzados por los hombres para construir una “naturaleza segunda”, una “sobrenaturaleza”, como la llamaba Ortega y Gasset[6]. No es posible para el hombre sobrevivir sin la ejercitación organizada y metódica que le permita operar con eficiencia en contra de la naturaleza interna y externa. Sin el desarrollo de una serie de prácticas coordinadas y disciplinadas, sin la pericia y la especialización, el animal humano habría sido barrido fácilmente por el devenir de una naturaleza hostil para la que no estaba preparado.[7] La técnica, en este caso, no son las herramientas que el hombre fabrica, sino el conjunto de acciones coordinadas, estratégicas, reglamentadas y orientadas al logro de una finalidad precisa. Podríamos decir que la técnica es producto de la inteligencia práctica del hombre, aquella que le permite “disponer” del entorno y someter-lo a sus necesidades vitales. No es, entonces, que el hombre haga “uso” de la técnica, sino que el hombre es, en sí mismo, un animal técnico. La técnica no es algo agregativo sino constitutivo del animal humano. O para decirlo de otro modo: a consecuencia de su infradotación orgánica, el hombre se ve abocado a pensar y actuar técnicamente. Y es esta habilidad compensatoria lo que le permitió devenir “Homo sapiens” (GEHLEN, 1993).

2.- Inmunología especulativa, medicina romántica y ontología de la enfermedad.

Una de las prácticas antropotécnicas descritas por Sloterdijk (2000) en  “El hombre operable” es la de dejarse tratar, una práctica biomédica.  La cultura del dejar-se-hacer-algo –Sloterdijk la caracteriza a partir de la figura del cliente, en el área de la medicina aparece una forma de pasividad más antigua, para la que, tradicionalmente, se ha reservado la expresión de “paciente”.  No debiera extrañarnos  que en el curso del siglo XXI dicha expresión esté en extinción del vocabulario médico, lo que esta en marcha es la clientización de los servicios y prestaciones. Lo anterior es concomitante con la creciente juridización de la relación médico-paciente. Sin embargo, independientemente de cómo se designe la relación entre el médico y el “paciente”, el hecho relevante en términos antropotécnicos se produce cuando este último se confía al primero con motivo de una intervención quirúrgica. Y entonces se habla, en sentido convencional, de dejarse operar, queriendo decir que en virtud de un diagnóstico serio, el paciente tiene que estar dispuesto a someterse a un tratamiento invasivo. Lo que el léxico médico articula bajo la formula vulnerando sanamus (“sanamos hiriendo”) y que tiene su traducción, del lado del paciente, en  la hipótesis: al dejarme herir por manos competentes hago un servicio a mi curación. Aunque el desnivel entre el rol del paciente y del que opera en él se hace aquí más profundo no cabe duda de que, indirectamente, el paciente también actúa, complementando con ello este espacio autooperativo.

La encorvadura se redondea hasta convertirse en un círculo completo cuando el operador externo es el operado, una rara excepción, que no obstante está documentada en la historia de la medicina. Un ejemplo destacado de ello lo ofrece el médico L. Rogozov, el cual se vio obligado a operarse a sí mismo por una apendicitis durante su estancia en la estación de investigación rusa Nowalezarewskaya en la Antártica, en 1961. Una foto famosa nos lo muestra yaciendo en una mesa con vestimenta quirúrgica y una mascarilla protectora en la cara, mientras se abre la parte inferior derecha del vientre.

Por lo general, la retroacción autooperativa sobre uno mismo, gracias a la cual el sujeto tolera modificaciones técnicas de su cuerpo, revela una encorvadura más superficial. Se articula, aproximadamente desde el siglo XVIII, en el uso extensivo que el europeo ilustrado hace de sustancias estimulantes. Su uso se incrementa desde el siglo XX en un despliegue masivo de medios de doping en todas las disciplinas posibles. Es sabido hasta qué grado autores como Voltaire o Balzac eran adictos a la cafeína, así como cuánto debía Sigmund Freud a la cocaína. Tampoco es ningún secreto, para quienes conocen sus últimos años, a qué extremos llevaron a Sartre sus fluctuaciones entre el alcoholismo y el anfetaminismo. En todos estos casos lo importante es, evidentemente, qué hicieron los así estimulados con lo que los estimulantes habían hecho de ellos. La adicción de Sartre a las anfetaminas no dejaba de ser algo irónico, al hacerse dependiente de un medio que debía darle la sensación de una total independencia.

Sloterdijk  elaborará una descripción de las potencias plásticas que producen lo humano, lo que implica una concepción fuerte de la idea de esfera antropogenética que integra lo político. Este modo de abordar la potencia plástica antropogenética acerca a Sloterdijk a la biopolítica afirmativa tal como la han desarrollado en los últimos años todos aquellos que han seguido la estela del pensamiento de Deleuze. Esta concepción de lo biopolítico basada en un monismo del afecto y llevada incluso a interrogarse sobre las condiciones moleculares del ejercicio del poder, se aleja sensiblemente del análisis del biopoder desarrollado por Foucault y Agamben.

Cuando Sloterdijk habla de “experimentos con uno mismo”, no piensa en un experimento de vivisección en las propias carnes, ni tampoco en la psicosis romántica del psicoanálisis francés (SLOTERDIJK y HEINRICHS, 2004: 12). Con esta expresión Sloterdijk hace referencia, más bien, a un fenómeno perteneciente a la historia de la medicina moderna, el movimiento homeopático, que  remonta  Hahnemann, quien en el año 1776 formuló por primera vez el principio del remedio terapéutico efectivo. Asimismo, él fue uno de los primeros curadores en tratar el nerviosismo moderno de sus pacientes con propuestas médicas adecuadas. Estaba convencido de que el médico estaba obligado a intoxicarse a sí mismo con todo lo que él más tarde iba a prescribir a los enfermos. De esta reflexión procede el concepto de experimento con uno mismo: quien quiera ser médico necesita previamente ser cobayo.

La razón más honda de esta transformación encaminada a la experimentación con el propio cuerpo hay que encontrarla en la idea romántica de la relación activa entre la imagen y el ser. Hahnemann consideraba que los efectos de las dosis en el hombre sano y el enfermo se reflejaban de manera especular. Es aquí donde se origina una ambiciosa semiótica de la medicación farmacológica. El gran pensamiento optimista de la medicina romántica pertenece esencialmente a la homeopatía; es más, reside en el hecho de que hay que presumir una relación de reflejo entre lo que es la enfermedad como fenómeno global y los efectos que un medio puro provoca en el cuerpo sano. La homeopatía piensa en el plano de una inmunología especulativa. Y en la medida en que los problemas inmunológicos son considerados cada vez más aspectos prioritarios de la terapéutica y la sistemática del futuro, hemos de vérnoslas aquí con una tradición muy actual, por mucho que el funcionamiento de las dosis homeopáticas siga envuelto en un velo de oscuridad.

3.- Experimentos con uno mismo,  autointoxicación y metáforas homeopáticas.

Sloterdijk (2003a) se refiere a un proceso similar en Experimentos con uno mismo, una suerte de tratado de intoxicación voluntaria en referencia al creador de la homeopatía, Samuel Hahnemann, como inventor de una micropolítica de la subjetividad. De la misma manera que el homeópata, según Hahnemann, debe intoxicarse a sí mismo antes de poder dar consejo alguno, el teórico político debe estar dispuesto a arriesgar su identidad en la práctica.

Quizás, como bien propone la  investigadora Margarita A. C. Martínez: “toda su obra se pueda leer bajo el  signo del diagnóstico, desde  Crítica de la razón cínica (SLOTERDIJK, 2011a)  hasta su más reciente  trilogía  Esferas. En todos estos textos,  in crescendo, la lengua de Peter Sloterdijk avanza pronto hacia una lengua maníaca, azuzada por los matices técnicos de la  época, una lengua polémica. Una de las expresiones más acabadas de este estilo filosófico es efectivamente Esferas I (2003b), donde Sloterdijk se lanza a una indagación fenomenológica del espacio que se cruza por primera vez, en el eje de una larga historia, con la dimensión política.  Esta  indagación fenomenológica, bajo el precepto  de la autointoxicación, parte de sumergirse en la cultura técnica contemporánea, para  luego extraer síntomas en aras de una redefinición de lo humano. En este caso, nos  vamos a detener en el diagnóstico que Sloterdijk realiza respecto del hombre y la  técnica en la época actual a partir de la  noción de artificio como viraje dentro del  humanismo occidental; de eso se trata un breve texto titulado ‘La vejación a través de  las máquinas’” (MARTÍNEZ, 2010:126).

No puede resultar extraño que este discurso encuentre afinidades con el de Nietzsche, quien en no pocas ocasiones jugó con metáforas homeopáticas o, más aún, inmunológicas. No es ninguna casualidad que él pusiera en boca de Zaratustra y en presencia de la multitud la frase: “Os inoculo la locura” (NIETZSCHE, 1992)[8]  Y eso por no hacer mención a su ominosa sentencia “Lo que no me mata me hace más fuerte” (NIETZSCHE, 1997:30), una expresión que hay que entender a todas luces en un sentido inmunoteórico. Nietzsche comprendía su vida toda como una suerte de inoculación de sustancias tóxicas de decadencia, y trató a su vez de organizar su existencia como una reacción integral de inmunización. No fue capaz de darse por satisfecho con esa ingenuidad blindada de los últimos hombres gracias a lo cual estos se protegían de las infecciones de sus contemporáneos y de la historia. De ahí que estas reflexiones de Sloterdijk puedan insertarse más bien dentro de la corriente de la filosofía naturalista romántica; dicho más concretamente, tiene más que ver con la metafísica alemana de la enfermedad que con el discurso francés en torno al cuerpo desmembrado.

En la historia del pensamiento moderno  –de Marx a Nietzsche–  la política y la clínica corren en paralelo– en medio de fantasmas sanitarios y metáforas farmacológicas. Sloterdijk aduce al respecto que un autor (investigador) tiene la obligación de pensar peligrosamente. El escritor no está para contraer compromisos con la inocuidad. Los autores importantes son sobre todo los que piensan en arriesgarse. De ahí que su filosofía experimental presuponga algo más que una simple comprensión metafórica de la homeopatía. El estar-infectado, esa participación casi psicosomática en las dolencias de la propia época (SLOTERDIJK, 2003a).  El escritor, continúa, no está para contraer compromisos con la inocuidad. Los autores importantes son sobre todo los que piensan en arriesgarse. De ahí que su filosofía experimental presuponga algo más que una simple comprensión metafórica de la homeopatía.

Si bien el origen de la medicina homeopática se remonta hasta el mismo  Hipócrates,  no fue hasta que el médico alemán Samuel Hahnemann (Dressen, Alemania. 1755-1843) descubrió que la corteza de un árbol de Perú -el quino- producía en las personas sanas los síntomas de la malaria, pero proporcionaba enormes beneficios en la recuperación de los pacientes que sufrían esa terrible enfermedad, con lo cual comenzó a popularizarse esta medicina alternativa. De hecho, la homeopatía se basa en el principio “similia similibus curantur” que se traduce en “lo similar se cura con lo similar. En otras palabras, es un método terapéutico que se fundamenta en la ley de los semejantes o ley de la similitud mediante el cual se aplica a las enfermedades dosis mínimas de aquellas sustancias que, en cantidades mayores, producirían en el hombre sano síntomas iguales o parecidos a los que se tratan de combatir para que, de esta manera, se estimule al sistema inmunológico del organismo para que luche contra la enfermedad. Este es el mismo pensamiento que sirvió de base para las vacunas descubiertas por Edward Jenner y Louis Pasteur las cuales provocan una reacción en el individuo que protege contra la enfermedad.  Los tratamientos de alergias trabajan, igualmente, de esta manera al exponer a una persona a cantidades del alergeno.

Samuel Hahnemann; este espíritu asombroso es el primero en haber formulado, hace exactamente doscientos años, el principio del medicamento efectivo. Es el primero en haber respondido a la impaciencia moderna de los pacientes, esa clientela burguesa de la salud, con una oferta médica adecuada, aislando productos puros a fin de conocer su verdadero efecto. Él pensaba que era indispensable que un médico se infectara a sí mismo y se hombres gracias a lo cual éstos se protegían de las infecciones de sus contemporáneos y de la historia administrara todo lo que más tarde daría a sus pacientes. Y esto porque los efectos de una dosis en un enfermo y en alguien de buena salud están invertidos como en un espejo. Una semiótica medicamentosa radical nace al mismo tiempo que una sintomatología de las enfermedades. La gran idea optimista de la medicina romántica, de la cual forma parte la homeopatía, se caracteriza por una suerte de isomorfismo, una relación en espejo, una reciprocidad de lo que es la enfermedad como entidad fenoménica y lo que un médico provoca en el sujeto sano. En este sentido, el enunciado de la tesis  pertenece más bien a la tradición de la filosofía romántica de la naturaleza, es decir, a la filosofía romántica de la enfermedad y la salud.

Es así que de Hahnemann a Nietzsche se suceden una serie de metáforas y máximas homeopáticas, que pueden conducir a un particular tipo de curación y efectos terapéuticos. Aquí se pone de manifiesto un aspecto particularmente importante: ese estar-infectado, esa participación casi psicosomática en las dolencias de la propia época. Un autor es un laboratorio para piezas más complejas, para ideas poco practicadas. Su interior sirve como un espacio experimental en el que se testan y malean materias temáticas especialmente virulentas, entre ellas, sustancias de alto contenido tóxico. Existe una relación directa entre la grandeza de un autor y la peligrosidad de las materias temáticas que procesa y domina. De lo inofensivo sólo brota lo inofensivo, de lo peligroso brota el pensamiento, y cuando el pensamiento encuentra el punto exacto de la forma, surge el momento artístico. El autor valioso y útil es el que se contamina él mismo con las materias con las que trabaja, sustancias de alto contenido tóxico, este planteamiento no ha cambiado. Kafka, Musil, Broch, Burroughs, todos los grandes del siglo XX, también han sido maestros del pensamiento peligroso.

 

Dr. Adolfo Vásquez Rocca

 

 

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[1]     Un libro aparecido en este año (2012), cuyo nombre nace de un poema de Rilke a partir del Apolo de Rodin en el Louvre, nos pone de frente ante las tradiciones ascéticas de oriente y occidente: ¿pueden haber respuestas a la actual crisis global desde esos ejercicios ascéticos? Leerlo es como conversar con un viejo sabio de voz pausada y profunda.

[2]     Retomado algunas cuestiones esbozadas por Sloterdijk en “El hombre operable; Notas sobre el estado ético de la tecnología génica” (2000), Artículo que además de traducir he comentado en el Artículo: “Sloterdijk y Nietzsche; Nihilismo, antropogénesis y presagios sobre los últimos hombres” (2008c).

[3]     Arnold Gehlen:  filósofo y sociólogo alemán, miembro del partido nazi. Sus teorías han inspirado el desarrollo del neoconservadurismo contemporáneo alemán. Sus mayores influencias como estudiante de filosofía fueron Hans Driesch, Nicolai Hartmann y, especialmente, Max Scheler. Se unió en 1933 al partido Nazi, y tuvo una brillante carrera como miembro de la escuela de Leipzig, bajo la tutela de Hans Freyer. Reemplazó a Paul Tillich, quien había emigrado a Estados Unidos, en la Universidad de Frankfurt. Desde su puesto de profesor, Gehlen criticó los movimientos de protesta desarrollados en la última parte de la década de los años 1960. La filosofía de Gehlen fue una fuerte influencia para muchos pensadores alemanes neoconservadores contemporáneos. Conceptos de su obra, como Reizüberflutung o “sobreabundancia de estímulos”, y desinistitucionalización (post-historia o fin de la historia), véase Kojève, Jünger, Adorno, han ganado amplio consenso en Alemania. En 1938 aceptó el cargo de profesor en la Universidad de Königsberg y en 1940 en la Universidad de Viena, en donde enseñó hasta ser llamado a filas por la Wehrmacht en 1943.

[4]     GEHLEN, Arnold, Título original en alemán: Der Mensch. Seine Natur und seine Stellung in der Welt.

[5]     Para vivir en regiones heladas, por ejemplo, el hombre primitivo carecía ciertamente de dotación natural, pero pudo calentarse con fuego y envolverse en pieles de las que él mismo carecía. Sin embargo, ello supuso el desarrollo de una techné que le permitió generar habi-lidades para cazar animales más grandes, producir artificialmente fuego y fabricar herramientas especiales.

[6]     Ortega y Gasset ya se había pronunciado en términos muy similares en su Meditación de la Técnica. Para él: el hombre, merced a su don técnico, hace que se encuentre siempre en su derredor lo que ha menester -crea, pues, una circunstancia nueva más favorable, segrega, por decirlo así, una sobrenaturaleza adaptando la naturaleza a sus necesidades .

Y a continuación mantenía una tesis fundamental para reflexionar sobre la tecnología: la técnica es lo contrario de la adaptación del sujeto al medio, puesto que es la adaptación del medio al sujeto. Ya esto bastaría para hacernos sospechar que se trata de un movimiento en dirección inversa a todos los biológicos.

[7]    Según Gehlen (1993) para vivir en regiones heladas, por ejemplo, el hombre primitivo carecía ciertamente de dotación natural, pero pudo calentarse con fuego y envolverse en pieles de las que él mismo carecía. Sin embargo, ello supuso el desarrollo de una techné que le permitió generar habilidades para cazar animales más grandes, producir artificialmente fuego y fabricar herramientas especiales.

[8]     Citado por Sloterdijk en El Sol y la Muerte (2004: 13).

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  1. Referencia Artículo PETER SLOTERDIJK: EXPERIMENTOS CON UNO MISMO Redazionerosebud •

    – VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “PETER SLOTERDIJK: EXPERIMENTOS CON UNO MISMO, ENSAYOS DE INTOXICACIÓN VOLUNTARIA Y CONSTITUCIÓN PSICO-INMUNITARIA DE LA NATURALEZA HUMANA”, En ROSEBUD – Redazione –Critica, Scrittura, Giornalismo– Facoltà di Lettere e Filosofia, Cagliari, Italia, junio, 2013.

    – VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “PETER SLOTERDIJK: EXPERIMENTOS CON UNO MISMO; Ensayos de intoxicación voluntaria y constitución psicoinmunitaria de la naturaleza humana”, En ARTEFACTO -Pensamientos sobre la Técnica- UBA, abril, 2013

  2. PETER SLOTERDIJK: EXPERIMENTOS CON UNO MISMO,NEUROGLOBALIZACIÓN Y PSICO-INMUNOLOGÍA ↓

    Por ADOLFO VÁSQUEZ ROCCA

    – VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “PETER SLOTERDIJK: EXPERIMENTOS CON UNO MISMO, ENSAYOS DE INTOXICACIÓN VOLUNTARIA Y CONSTITUCIÓN PSICO-INMUNITARIA DE LA NATURALEZA HUMANA”, En ROSEBUD – Redazione –Critica, Scrittura, Giornalismo– Facoltà di Lettere e Filosofia, Cagliari, Italia, junio, 2013.

    – VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “PETER SLOTERDIJK: EXPERIMENTOS CON UNO MISMO; Ensayos de intoxicación voluntaria y constitución psicoinmunitaria de la naturaleza humana”, En ARTEFACTO -Pensamientos sobre la Técnica- UBA, abril, 2013

    – VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo ““PETER SLOTERDIJK: NEUROGLOBALIZACIÓN, ESTRESORES Y PRÁCTICAS PSICO-INMUNOLÓGICA, En NÓMADAS, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas – UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID, Nómadas Nº 35 | Julio-Diciembre.2012 – 2013 (I), pp. 427 – 457

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