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Interacción: noción que impacta en antropología y actualiza el concepto de hombre

vivianaComo sostiene Marc Augé “Nunca como hoy ha sido necesaria una mirada antropológica de carácter crítico; nunca, además, ese derecho a la mirada ha sido tan difícil de ejercer, a tal punto han cambiado los criterios sobre lo natural y lo evidente”.

La humanidad vive una crisis antropológica-existencial causada por el miedo, la ignorancia y el desarrollo de un pensamiento atomizado, ello no nos permite aumentar nuestra comprensión de la naturaleza, tampoco podemos re-construir el tejido social. Estamos inmersos en un cautiverio moral y espiritual. El desafío del siglo XXI es recuperar el respeto por la vida. La vida es mucho más amplia que lo revelado en un laboratorio, en un experimento o en un acelerador. La interacción actualiza la cuestión base de la antropología: ¿Qué es el hombre?

El reto más conmovedor y enriquecedor del siglo XXI es el de comprender la naturaleza en todas sus expresiones: naturaleza de los objetos, naturaleza del universo, naturaleza del pensamiento, naturaleza de la inteligencia, naturaleza  humana. Despertar las cualidades que llevamos dentro y descubrir la importancia de la contribución que podemos realizar desde nuestra fortaleza y confianza, desde nuestro ingenio, sabiduría y cordialidad; es la clave para dicha comprensión.

Al introducir la noción de interacción en el ámbito antropológico, se transforma y actualiza el concepto de hombre. La interacción es una de las nociones que nos llega desde la cuántica y nos permite expandir los marcos conceptuales de las áreas, terminar con la idea de que todo está fragmentado y poner fin al pensamiento aislado. El pensamiento aislado fue convenientemente promovido por el paradigma mecanicista; el pensar aislado forma callos neuronales cuya consecuencia es temor y parálisis moral. El temor es el modo de control y la parálisis moral conduce a la realización de actos inmorales e inacción en las personas. La manipulación que utilizó el paradigma mecanicista para sostenerse durante siglos es fomentar del pensar aislado, debido a que ésta es la única manera de hackear el ADN.

 “[…] la nuestra es una era de temor. Cultivamos una cultura del temor progresivamente más poderosa y global. Nuestra era exhibicionista, con su fijación en el sensacionalismo barato, los escándalos políticos, los reality shows televisivos y otras formas de autoexposición a cambio de fama y atención pública, aprecia el pánico moral y los escenarios apocalípticos en un grado incomparablemente mayor a los planteamientos equilibrados, la leve ironía o la modestia” (Leonidas Donskis).

El pensamiento aislado y su modo de construir el conocimiento dan señales de agotamiento en todos los ámbitos, ello impide que aumentemos nuestra inteligibilidad y la re-construcción del tejido social. En pensamiento aislado genera comportamiento deshumanizado cuyo resultado deriva en una cruel competencia por transmitir el patrón que lo rige: avaricia e individualismo. Este patrón nos arrastró a la cima de la insensibilidad.

La cuántica, al ser la mayor revolución cultural en la historia de la humanidad nos da la oportunidad de romper con el enquistado patrón mediante la noción interacción.

La interacción nos permite expandir la Regla de HopfieldUna célula solitaria no es una célula….una neurona solitaria no es una neurona”, para poder afirmar que un pensamiento aislado no es un pensamiento y un hombre aislado no es un hombre. La interacción nos hace humanos porque nos permite desarrollar pensamientos, actitudes y responsabilidades compartidas; esto a su vez nos conduce a replantear las nociones de vida, existencia e inteligencia. Al compartir pensamientos y actitudes, lo que se vuelve en extremo importante es atesorar lo que cada uno piensa y hace ya que la interacción construye la dimensión del ‘nosotros’, un estado que saca al hombre del encierro del “yo” y hace que comprenda el valor de la cooperación en la red de conexiones que se produce en su entorno.

La noción de interacción aplicada a los humanos no implica pérdida de individualidad sino advenimiento de una humanidad más sensible y compasiva orientada hacia una época de unidad de ‘sentires’ basada en una Ética de Colaboración. Dicha Ética tiene consecuencias biológicas, y lo biológico se relaciona con sentimientos, pensamientos y emociones por ello la ética es inseparable de la cuestión antropológica.

Entonces, ¿Qué es el hombre? El hombre es interacción.

Estamos hablando de un nuevo hombre, es un humano que sincroniza voluntades, responsabilidades y pensamientos. Esto requiere un gran esfuerzo intelectual y espiritual, es una conquista y una necesidad colectiva cuyo beneficio generaría oportunidad para el advenimiento de una nueva racionalidad y una nueva humanidad.

Así, como cuando las partículas interactúan la sensibilidad del sistema aumenta de modo significativo, lo mismo puede suceder en el sistema social. Cuando los humanos interactúan recuperan dignidad e integridad; emanan un impulso interior que al ser compartido se vuelve imbatible. Todo lo que interactúa tiene una vibración y un brillo diferente a lo conocido, la interacción energiza células y neuronas haciéndolas palpitar en una sintonía armónica compartida. Las células cambian su sintonía energética mediante la interacción, los humanos también. La interacción nos hace humanos y nos permite construir esquemas mentales compartidos, lo que significa que podemos vivir y sentir la emoción del otro. De esta manera, se logra una ‘conexión vincular’.

La permanencia no es en el cambio (Heráclito), sino en la interacción; todo lo que existe es debido a la interacción.

Nuestras acciones son lo visible de nuestros pensamientos y cada célula vibra según nuestros pensamientos y palabras. Somos red integrada, tejido de energía; los pensamientos y acciones quedan grabados en nuestro genoma y toda la información es transmitida a la siguiente generación. De ahí nuestra trascendental responsabilidad colectiva en la reprogramación de los patrones existenciales del futuro desde el presente.

La interacción produce una metamorfosis empática en el humano, haciéndolo recuperar la sensibilidad y solidaridad colectiva para que pueda construir una sociedad buena en la cual la felicidad del otro es la propia. El concepto de humano como resultado de interacciones revaloriza la calidad de vida encumbrando benevolencia y hospitalidad. De esta manera se produce un crecimiento molecular colectivo, lo que genera cooperación genética, es la más eficaz asociación porque forma un todo que es más grande que la suma de sus partes “[…] comprender al hombre como un ser biocultural se han de ligar la dimensión sociocultural con las física y biológica” (Edgar Morin).

Esto nos convierte en responsables directos de los pensamientos y acciones de todos, ya que todos somos uno y la vida buena de uno es la vida buena de todos. La interacción es un estado de expansión del “yo” hacia el “nosotros”, crea condiciones de posibilidad de comunicación auténtica y rompe lazos de distancia. La interacción nos permite sentir lo que los demás sienten, nos eleva por encima del laberinto y nos hace comprender nuestra singularidad develando que la vida, la existencia e inteligencia son infinitamente más amplias de lo que pensamos.

Viviana Yaccuzzi Polisena